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La tentación subraya, sigilosamente, nuestra debilidad, serpentea entre aquello que nos hace frágiles, buscando en lo que podemos ser vencidos.
Como en los viejos asedios, el ariete no golpea las zonas recias y bien protegidas, sino los puntos flacos.
por eso es importante el cuidado espiritual de los detalles, el conocimiento profundo de nuestra debilidad, la mirada atenta a la afección desordenada. Gerardo Díaz Quirós.
Imagen: Tercera tentación de Jesús, según Mateo
Evangelario de Brandemburg, siglo XIII